En medio de una de las temporadas más difíciles para nuestra comunidad, el corazón se llena de preguntas, dolor y, sin embargo, de una esperanza que no se apaga. Al recordar la partida de un líder tan significativo como el pastor Jaime, surge la imagen bíblica de Moisés: un hombre que guió a su pueblo hasta el borde de la tierra prometida, pero que no pudo entrar con ellos. Así como el pueblo de Israel tuvo que aprender a avanzar sin su líder, nosotros también enfrentamos el reto de caminar hacia adelante, aun cuando el dolor y la ausencia pesan en el alma.
La historia de Moisés, y también la de David, nos enseña que la obra de Dios nunca depende de un solo hombre. Dios es quien llama, quien da la visión y quien sostiene a su pueblo generación tras generación. Aunque los líderes terrenales cumplen su parte y dejan un legado, la visión y el propósito nacen en el corazón de Dios y trascienden a las personas. Así, la misión de Canaán no termina con la ausencia de Jaime, porque fue Dios quien nos llamó y quien sigue llamándonos a avanzar hacia la restauración de familias y la transformación de vidas.
El dolor es real y no debe ser ignorado ni disfrazado con religiosidad. Dios no se asusta de nuestras lágrimas, dudas o preguntas difíciles. Al contrario, Él se acerca a nosotros en medio del duelo, dispuesto a escuchar y consolar. Como María Magdalena en el sepulcro, a veces el dolor nos impide ver a Jesús presente, pero cuando le presentamos nuestro dolor, Él nos llama por nuestro nombre y nos restaura.
En este tiempo, es necesario llorar, pero también caminar. No podemos permitir que el dolor nos congele o nos haga retroceder. La batuta ha pasado a nuestras manos, y ahora nos corresponde avanzar, honrando el legado recibido y confiando en que Dios sigue obrando. La visión de Canaán es multigeneracional, centrada en la restauración de familias y en la construcción de una comunidad funcional, no en templos o tierras físicas.
Finalmente, aunque hoy sintamos vacío y zozobra, esto también pasará. Dios es experto en transformar heridas en cicatrices y en convertir el dolor en testimonio. Los mejores días de Canaán aún están por venir, porque aún hay esperanza, y el Dios que nos llamó es fiel para completar su obra en nosotros.
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