Jesús responde a la duda de Juan el Bautista mostrando las señales de su ministerio: sanando enfermos, dando vista a los ciegos, limpiando leprosos, resucitando muertos y anunciando el evangelio a los pobres. Estas obras no solo confirman su identidad como el Mesías, sino que también cumplen las profecías del Antiguo Testamento, demostrando que el reino de Dios ya ha comenzado, aunque no de la manera que muchos esperaban. La verdadera bendición está en reconocer a Jesús por lo que realmente es, no por nuestras expectativas personales. [12:22]
Lucas 7:18-23 (RVR1960)
18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas; y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.
Reflexión: ¿Qué señales de la obra de Jesús puedes reconocer hoy en tu vida o alrededor de ti, y cómo te invitan a confiar en Él como el verdadero Mesías?
Juan el Bautista, a pesar de ser un hombre de fe, experimentó dudas sinceras sobre la identidad de Jesús. En vez de rechazarlo, Jesús respondió con compasión y evidencia, mostrando que la duda genuina puede ser una expresión de fe que busca comprender mejor a Dios. No debemos temer nuestras preguntas, sino llevarlas a Jesús, quien no rechaza al que busca sinceramente la verdad, sino que fortalece su fe y le da claridad. [17:39]
Lucas 7:19-22 (RVR1960)
19 y los envió a Jesús para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.
Reflexión: ¿Hay alguna duda sobre Jesús o tu fe que has guardado en silencio? ¿Te atreverías hoy a llevarla en oración y buscar respuestas en la Palabra y en comunidad?
La identidad de Juan el Bautista y la de cada creyente se entienden a la luz de quién es Jesús. Cuando reconocemos a Jesús como el Mesías, dejamos de buscar nuestro valor en logros, posesiones o relaciones, y encontramos nuestra verdadera identidad como hijos redimidos y adoptados por Dios. Saber quién es Jesús transforma la manera en que nos vemos a nosotros mismos y nos da un propósito claro en el reino de Dios. [43:06]
Gálatas 2:20 (RVR1960)
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Reflexión: ¿En qué áreas de tu vida has estado buscando identidad fuera de Cristo? ¿Cómo cambiaría tu día si recordaras que eres hijo(a) de Dios por medio de Jesús?
Ante la evidencia de Jesús como el Mesías, la multitud se dividió entre quienes lo aceptaron y quienes lo rechazaron. Los corazones endurecidos, como los de los fariseos, siempre encuentran excusas para no creer, mientras que los humildes reconocen su necesidad y reciben la gracia de Dios. La verdadera sabiduría se muestra en aquellos que responden con fe y arrepentimiento, no en quienes confían en su propia justicia o se escudan en pretextos. [49:54]
Lucas 7:29-35 (RVR1960)
29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros, y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
Reflexión: ¿Qué excusas o actitudes pueden estar endureciendo tu corazón ante el llamado de Jesús? ¿Qué paso concreto puedes dar hoy para responderle con humildad y fe?
La duda no debe ser ignorada ni escondida, pues si no se atiende puede convertirse en escepticismo o cinismo, alejándonos de Dios. Reconocer nuestras dudas y buscar ayuda en la comunidad de fe y en la Palabra nos permite crecer y fortalecer nuestra confianza en Jesús. Así como Juan el Bautista buscó respuestas, nosotros también debemos ser valientes para enfrentar nuestras preguntas y permitir que otros nos acompañen en el proceso, recordando que nuestra eternidad depende de quién creemos que es Jesús. [53:49]
Santiago 1:5-6 (RVR1960)
5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
Reflexión: ¿A quién puedes acercarte hoy para compartir tus dudas y buscar juntos la verdad de Cristo? ¿Qué pasos puedes tomar para no quedarte solo en tu lucha, sino crecer en fe y sabiduría?
En el pasaje de Lucas 7:18-35, se nos presenta una encrucijada fundamental: ¿Quién es Jesús para ti? La identidad y la eternidad de cada uno dependen de la respuesta a esta pregunta. Juan el Bautista, a pesar de haber sido el precursor del Mesías, experimentó dudas genuinas mientras estaba en prisión. Su pregunta a Jesús, “¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?”, no fue un acto de incredulidad, sino una fe que lucha y busca claridad. Jesús no lo reprende, sino que responde mostrando las señales mesiánicas: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el evangelio. Estas señales, tomadas de Isaías 61, confirman que Jesús es el Mesías prometido, aunque no cumpla todas las expectativas humanas de juicio inmediato o restauración política.
La duda de Juan surge de una expectativa incompleta sobre el Mesías, basada en las profecías del Antiguo Testamento que hablaban tanto de restauración como de juicio. Jesús, al leer Isaías en la sinagoga, omite deliberadamente la parte del juicio, mostrando que la primera venida del Mesías es de gracia y restauración, y que el juicio vendrá después. Así, Jesús redefine lo que significa ser el Mesías y nos invita a ajustar nuestras expectativas a la revelación bíblica, no a nuestras ideas preconcebidas.
La reacción de la multitud ante Jesús divide a las personas en dos grupos: los que reconocen la justicia de Dios y se arrepienten, y los que, como los fariseos y expertos en la ley, rechazan el propósito de Dios por orgullo y autojusticia. Jesús utiliza la parábola de los niños en la plaza para ilustrar que el problema no está en el mensajero ni en el estilo, sino en un corazón endurecido que no quiere obedecer a Dios. La verdadera sabiduría se manifiesta en aquellos que, humildemente, reconocen su necesidad y reciben al Mesías con fe.
Finalmente, se nos exhorta a no ignorar nuestras dudas, sino a traerlas a Jesús, quien las atiende con paciencia y verdad. La duda no es enemiga de la fe, sino una oportunidad para profundizar en la verdad de Cristo. Nuestra identidad y nuestro destino eterno dependen de cómo respondemos a la persona de Jesús. Hoy, se nos invita a rendirnos ante el Mesías, a dejar de lado excusas y expectativas erradas, y a abrazar la esperanza y la vida que solo Él puede dar.
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