La libertad es una necesidad profunda del ser humano, pero todas las libertades terrenales son parciales y temporales; solo la libertad que Jesús ofrece es completa y verdadera, pues nos libera del pecado y nos permite vivir en plenitud aun en medio de dificultades externas. Si no experimentas esa libertad, es necesario volver a Cristo, conocerle de verdad y dejar que Él transforme tu vida desde adentro hacia afuera. [09:53]
Juan 8:36 (RVR1960)
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Reflexión: ¿En qué área de tu vida sientes que aún no eres verdaderamente libre? Ora hoy y pídele a Jesús que te muestre cómo experimentar Su libertad en esa área específica.
No basta con saber superficialmente de Jesús o escuchar de Él los domingos; Dios desea que le conozcamos profundamente, con una relación diaria y transformadora, como el verbo “ginosco” indica en el original griego. Solo a través de una comunión íntima y constante con Cristo, sumergiéndonos en Su Palabra y presencia, podemos experimentar la libertad genuina y la transformación que Él promete. [18:37]
Juan 8:31-32 (RVR1960)
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciéreis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Reflexión: ¿Qué puedes cambiar hoy en tu rutina para profundizar tu relación diaria con Jesús y Su Palabra, y no quedarte en un conocimiento superficial?
Dios nos ha dado libertad, pero no para usarla como pretexto para hacer lo malo o satisfacer los deseos de la carne; la verdadera libertad se vive en obediencia y servicio a Dios, honrando a los demás y siendo ejemplo aun en situaciones difíciles, como en el trabajo o en la familia. Usar la libertad para el bien y para servir a otros es el testimonio más poderoso del Reino de Dios en medio de la sociedad. [06:30]
1 Pedro 2:16-17 (RVR1960)
Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
Reflexión: ¿De qué manera puedes usar tu libertad hoy para servir y honrar a alguien que te resulta difícil amar o respetar?
Jesús advierte que no basta con creer o hacer obras religiosas; es necesario permanecer en Su Palabra y hacer la voluntad del Padre, pues solo así somos verdaderos discípulos y nuestra vida se fundamenta sobre la roca. La diferencia entre un creyente superficial y un discípulo genuino es la permanencia diaria en la Palabra y la obediencia, lo que nos protege de la inestabilidad y la caída espiritual. [27:48]
Mateo 7:21-23 (RVR1960)
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Reflexión: ¿Qué decisión concreta puedes tomar hoy para pasar de ser solo creyente a ser un discípulo que permanece y obedece la Palabra de Dios?
La libertad que Dios nos da no es para juzgar o condenar a otros, sino para ser instrumentos de restauración, misericordia y ejemplo, guiando a otros hacia la verdad y la libertad en Cristo. No debemos admirar ni aplaudir la esclavitud del mundo, sino mostrar compasión y ayudar a quienes aún no conocen la libertad de Jesús, siendo luz y testimonio tanto con palabras como con hechos. [41:21]
Gálatas 5:1 (RVR1960)
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
Reflexión: ¿A quién puedes acercarte hoy para animarle, restaurarle o guiarle hacia la libertad que solo se encuentra en Cristo?
La libertad es una necesidad profunda en el corazón humano, pero vivimos en un mundo donde nuestras libertades son constantemente amenazadas, ya sea por circunstancias externas o por nuestras propias decisiones. La Biblia nos muestra que la verdadera libertad no depende de las condiciones externas, sino de una realidad espiritual más profunda: la libertad que Dios nos da en Cristo. Aunque podamos experimentar opresión en el trabajo, en la familia o en la salud, la libertad que proviene de Jesús es absoluta y no puede ser arrebatada por nada ni por nadie.
Sin embargo, es fácil confundir la libertad con una excusa para hacer lo que queremos, usando incluso la Palabra de Dios para justificar actitudes rebeldes o egoístas. Pero la Escritura nos llama a someternos, a honrar y a ser ejemplo, incluso en situaciones difíciles, porque nuestro testimonio tiene el poder de glorificar a Dios y de mostrar el Reino en medio de la adversidad. La verdadera libertad no es hacer lo que nos place, sino vivir como siervos de Dios, usando nuestra libertad para servir y amar.
Jesús enseña que la raíz de nuestra esclavitud es el pecado. Aunque el mundo proclame libertad, mientras permanezca en el pecado, sigue siendo esclavo. Solo Cristo puede hacernos verdaderamente libres, pero esta libertad no se recibe de manera superficial. No basta con conocer de oídas o de manera intelectual; es necesario un conocimiento profundo, íntimo y experiencial de Jesús, lo que la Biblia llama “ginosco”. Este tipo de conocimiento solo se alcanza permaneciendo en la Palabra, viviendo una relación diaria y transformadora con Dios.
Creer en Jesús es solo el primer paso; el llamado es a ser discípulos, a permanecer en su Palabra y a permitir que su verdad nos transforme. Muchos se conforman con una fe superficial, pero Jesús advierte que no todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino, sino solo aquellos que hacen la voluntad del Padre. La libertad en Cristo implica responsabilidad: no usarla como pretexto para el pecado, sino como una oportunidad para vivir en santidad, servir a otros y ser instrumentos de restauración.
Finalmente, la libertad que recibimos debe ser compartida. No debemos admirar la esclavitud del mundo ni aplaudir el pecado ajeno, sino ser luz, restaurar al caído y guiar a otros hacia la verdad que libera. Conocer a Dios profundamente nos une a Él y nos capacita para vivir y extender su libertad a quienes nos rodean.
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