A lo largo de la vida, todos enfrentamos decisiones difíciles, momentos en los que debemos elegir entre opciones que parecen igualmente valiosas. Muchas veces, la raíz de nuestra indecisión es el temor a perder algo importante: posesiones, relaciones, sueños o incluso nuestro propio sentido de seguridad. Sin embargo, la verdadera pregunta es si aquello a lo que nos aferramos es realmente lo que Dios quiere para nosotros. ¿Estamos dispuestos a entregar a Dios incluso aquello que más amamos, aquello que Él mismo nos ha dado?
La historia de Abraham e Isaac en Génesis 22 nos confronta con la realidad de que Dios puede pedirnos lo impensable. Abraham, sin tener textos sagrados ni mandamientos escritos, confió en su relación íntima con Dios y estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo, el hijo de la promesa. Este acto no fue para destruirlo, sino para revelar el lugar que Dios ocupaba en su vida y para que Abraham mismo pudiera ver la profundidad de su fe y obediencia.
Sacrificar no es un evento puntual, sino un proceso continuo. Abraham caminó tres días hasta el monte Moriah, mostrando que la obediencia y el sacrificio requieren tiempo, esfuerzo y perseverancia. Jesús mismo nos llama a tomar nuestra cruz cada día, a vivir en un estado constante de entrega y dependencia de Dios. No se trata solo de renunciar a algo una vez, sino de vivir una vida en la que todo lo que somos y tenemos está dispuesto en el altar de Dios.
El sacrificio, lejos de ser una pérdida, es la puerta a la provisión y la bendición de Dios. Cuando Abraham estuvo dispuesto a entregar a Isaac, Dios proveyó un carnero y reafirmó sus promesas. A veces, Dios nos pide algo porque no es para nosotros, porque no es el tiempo, porque tiene algo mejor, o porque hemos puesto esa cosa por encima de Él. El mayor bien no es recibir algo mejor, sino estar alineados con la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta.
Sacrificarlo todo por Dios es depender totalmente de Él. Los discípulos dejaron sus trabajos, sus seguridades, para seguir a Jesús. Solo cuando renunciamos a lo nuestro podemos experimentar la mano de Dios actuando en nuestras vidas. El verdadero discípulo sacrifica, y la historia está llena de ejemplos de quienes lo hicieron y de quienes, por no hacerlo, se quedaron a las puertas de una vida transformada.
Finalmente, Dios no nos pide nada que Él no haya hecho antes. El mayor sacrificio fue el de Jesús, quien dejó la gloria para entregarse por nosotros. Cada vez que nos cuesta sacrificar algo, recordemos que Dios ya se sacrificó primero. Por eso, la invitación es clara: ¿qué falta en tu altar? ¿Qué es aquello que aún no has entregado? Solo cuando Dios ocupa el primer lugar, todo lo demás encuentra su verdadero sentido.
---
I'm an AI bot trained specifically on the sermon from Jan 12, 2025. Do you have any questions about it?
Add this chatbot onto your site with the embed code below
<iframe frameborder="0" src="https://pastors.ai/sermonWidget/sermon/total-sacrifice-trusting-gods-will-above-all" width="100%" height="100%" style="height:100vh;"></iframe>Copy