Reflexiones sobre la Pascua: Juicio, Salvación y Gracia

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Hoy escuchamos dos historias, dos noches. La noche de la primera Pascua en Egipto no fue una noche común. Durante este tiempo, durante esta noche, no hubo risas. No hubo una gran fiesta con música. No hubo alegría. No hubo descanso. El ambiente en Egipto era tenso, solemne, rodeado de peste y de muerte. Dios ya había advertido, por medio de Moisés, el juicio que caería sobre todo Egipto. Aquella noche de la primera Pascua, la muerte iba a visitar cada casa que no estuviese marcada con la sangre del Cordero Pascual. Cada primogénito de cada casa, sin ser marcada, iba a morir. [00:00:25]

Y así, en medio de la oscuridad, mientras el ángel de la muerte pasaba sobre Egipto, los israelitas comían el Cordero Pascual sacrificado. Comían rápidamente, con sus ropas puestas, listos para salir. Les esperaba su libertad. Esta era una cena urgente, pero una cena que llevaba y que tenía fe. Una cena que tenía muchas expectativas de libertad. Cada hogar hebreo, o en cada hogar hebreo, había silencio y oración. Pero también había algo particular. Sangre. Sangre en cada uno de los vinteles. Sangre que hablaba en lugar de ellos. Sangre que les daba salvación. [00:01:31]

El ambiente alrededor de Jesús, alrededor del aposento alto, el ambiente en Jerusalén esa noche, era un ambiente de traición. Un ambiente de abandono, un ambiente de negación. Y también un ambiente lleno de muerte. Los discípulos estaban confundidos y temerosos de lo que estaba pasando. Ya uno de ellos había vendido a su maestro. Otro pronto lo iba a negar. Y es en medio de la oscuridad de la noche donde el mal está acechando al Hijo de Dios. Es en medio de la noche donde el mal maquinaba la muerte del Hijo de Dios, el Creador de los cielos y la tierra. [00:03:16]

Les da calma y les da paz. Parte el pan. Da la copa. Y les da algo más que una simple cena. Les da su testamento. Un testamento que va a durar por la eternidad. Les da su cuerpo. Les da su sangre para el perdón de todos los pecados. ¿Qué noche tan particular tenemos el día de hoy? Dios actuando a favor de nosotros y por nosotros. En la noche más oscura de la humanidad, Jesús prepara la mesa para que cuando todo esté roto en nuestras vidas, cuando todo parece que no tiene solución en esta vida, Él viene y nos alimenta. [00:04:29]

El juicio de Dios no es un mero símbolo, sino que es una realidad para el pecador. En Egipto, Dios no envió una metáfora del ángel de la muerte. Él envió la muerte. La muerte fue una realidad esa noche. El llanto de los familiares egipcios fue real al ver a los primogénitos y hacer sin vida en las casas. Porque el pecado tiene un precio y el ángel del Señor pasa a ejecutarlo. Y es en esa misma verdad donde tú y yo nos encontramos también. Esa verdad sigue vigente el día de hoy. La paga del pecado es la muerte. Dios no cambia, nos dicen las Escrituras. [00:05:43]

A veces pensamos que podemos escapar del juicio de Dios con buenas intenciones, con sentimientos sinceros, con una vida más o menos correcta. Pero esto, mis queridos hermanos, no es suficiente. En Egipto, solo una cosa detenía al ángel de la muerte. Solo una cosa hacía que el ángel de la muerte pasara por encima de los hogares. Y era la sangre. El ángel de la muerte no pasaba y se preguntaba y decía, ah, aquí adentro quizás habrá gente amable. O quizás aquí adentro habrá gente religiosa. O quizás acá adentro hay gente simpática. No. El ángel de la muerte solamente buscaba una señal. [00:07:08]

El Señor dijo a todos los israelitas, ceñidos vuestros lomos, calzados vuestros pies, con el bordó de la mano. Esto no era una simple postura que iban a tener los israelitas, también era una actitud espiritual. Fe despierta, fe viva, fe activa en el Salvador, en Jehová. Y nosotros, ¿cómo venimos a la mesa del Señor? ¿Con una fe viva o con una simple religiosidad rutinaria? ¿Con corazones arrepentidos o con autojustificaciones? ¿Con hambre de Cristo o con saciedad para nosotros mismos? Hoy acabamos de hacer confesión pública de todos nuestros pecados y hemos recibido la absolución individual. [00:09:26]

Hemos sido distraídos, orgullosos, autosuficientes. Hemos traicionado como Judas. Hemos dudado como Tomás. Hemos negado como Pedro y hemos abandonado a nuestro Señor como los demás discípulos. Sin embargo, tu Señor, Cristo Jesús, te llama igualmente a ti. Te llama por tu nombre y Cristo te dice, la mesa está preparada para ti. Cristo te dice, todo está servido. Él es el siervo que se levanta y viene a nosotros. Y aquí es donde todo cambia. Porque el centro de esta noche no somos nosotros. El centro de esta noche y el centro de nuestra vida es Cristo y este crucificado. [00:10:59]

Cristo es nuestra Pascua que ha sido sacrificada por nosotros, dice el apóstol San Pablo. El juicio que pasó por Egipto y que pasó también por el Calvario cayó sobre nuestro Señor. Lo que nosotros merecíamos fue puesto sobre los hombros de Jesús. Su sangre es la que nos cubre el día de hoy. En el éxodo, el cordero debía ser sin mancha, joven, sin hueso y sin quebrantar sus huesos. Y así fue Jesús, nuestro sustituto. Sin pecado, sin mancha, sin resistencia. Él fue llevado como oveja que va al matadero y ahí no abrió la boca. [00:11:58]

Jesús te ha salvado del infierno. Jesús te ha salvado a ti. Ahora, ese sacrificio no queda en el pasado. Ese sacrificio se actualiza en la cena del Señor. Porque nuestro Señor Jesucristo viene, ya no para ser sacrificado, pero viene en cuerpo y sangre. Su presencia real en el pan y en el vino, dado y derramado por nosotros para el perdón de todos nuestros pecados. El pacto eterno ha sido sellado por medio de la sangre del Cordero y él ha abierto el paraíso para ti. La cena no es un simple memorial, como muchas personas piensan. [00:12:54]

Hoy, en el testamento de nuestro Señor, Cristo te ofrece su perdón. En su cena somos perdonados. Y nuevamente, mi frase favorita del catecismo es, donde hay perdón de pecados, hay vida eterna y salvación. Esta cena nos da todo eso. Cristo viene el día de hoy para cada uno de nosotros. Y esta cena no es el final de nuestra vida. Esta cena es el principio de la vida eterna con nuestro Señor. Y ahora, después de recibir su cuerpo y su sangre, nuestro Señor nos envía en paz al mundo, para que en nuestras vocaciones podamos ser testigos fieles de lo que Él ha hecho. [00:14:20]

Así como Israel comió y salió de Egipto, nosotros hoy comemos para vivir ahora, como cristianos, en un mundo caído en pecado, llevando la paz de Dios. Comemos el cuerpo de Cristo para ser su cuerpo, la iglesia. Bebemos su sangre para vivir bajo su sangre, bajo su perdón. Y recibimos su gracia para caminar el día de hoy y acuerdo a su voluntad. De aquí, mis queridos hermanos, no salimos perfectos, pero sí salimos perdonados. Salimos como peregrinos, cindiendo nuestro calzado y yendo al mundo a mostrar que Jesús es la luz en medio de las tinieblas. [00:15:08]

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