Jesús no solo vio la multitud, sino que sintió una compasión profunda y visceral por ellos, reconociendo su angustia y abatimiento como ovejas sin pastor, sin dirección ni descanso verdadero. Esta compasión no era superficial, sino un dolor sentido en lo más profundo del ser, que lo movía a actuar y a ver la vulnerabilidad espiritual de todos, sin importar su condición social o económica. Así, Jesús nos invita a mirar a nuestro alrededor con sus mismos ojos, reconociendo la necesidad espiritual de quienes nos rodean y permitiendo que su compasión transforme nuestro corazón y nuestras acciones. [08:25]
Mateo 9:35-36 (NBLA)
"Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor."
Reflexión: ¿Hay alguien en tu entorno que parece estar perdido o sin dirección? ¿Cómo puedes hoy mirar a esa persona con la compasión de Jesús y acercarte a ella con amor genuino?
La gran necesidad del mundo no es solo la de personas vulnerables, sino la de obreros dispuestos a ir y compartir el evangelio; Jesús nos instruye a orar al Señor de la mies para que envíe obreros a su cosecha, y muchas veces, esa oración nos convierte a nosotros mismos en la respuesta. Orar de esta manera es peligroso porque implica disponibilidad y disposición a ser enviados, a ser catapultados por Dios para servir donde Él lo requiera, siguiendo el ejemplo de los discípulos que fueron enviados a hacer lo mismo que Jesús hacía. [19:28]
Mateo 9:37-38 (NBLA)
"Entonces dijo a sus discípulos: 'La cosecha es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, pidan al Señor de la cosecha que envíe obreros a su cosecha.'"
Reflexión: ¿Estás dispuesto a orar sinceramente para que Dios envíe obreros, aun si eso significa que Él te envíe a ti? ¿Qué pasos concretos puedes dar hoy para responder a esa oración?
El avance del evangelio en el mundo ocurre por la obra conjunta del Espíritu Santo y la predicación fiel de la Palabra, como se ve en el libro de Hechos, donde los discípulos, impulsados por el Espíritu, llevan el mensaje desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. Dios dirige a su pueblo, a veces incluso a través de circunstancias difíciles como la persecución, y utiliza a obreros dispuestos para alcanzar a los que nunca han escuchado el evangelio, mostrando que la misión es guiada y sostenida por Su poder y sabiduría. [23:53]
Hechos 1:8 (NBLA)
"Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los confines de la tierra."
Reflexión: ¿En qué área de tu vida necesitas depender más del Espíritu Santo para ser testigo de Cristo? ¿Cómo puedes hoy abrirte a Su dirección para compartir el evangelio con alguien?
El fruto de la misión es la transformación radical de vidas y comunidades: personas que reciben el evangelio con gozo aun en medio de tribulación, se convierten en ejemplo para otros creyentes, dejan atrás los ídolos y sirven al Dios vivo, esperando con esperanza la venida de Cristo. Este proceso es posible por la elección de Dios, el mensaje del evangelio, la convicción del Espíritu Santo y el testimonio fiel de los mensajeros, mostrando que la salvación es un milagro divino que involucra la participación activa de la iglesia. [32:19]
1 Tesalonicenses 1:4-6 (NBLA)
"Sabemos, hermanos amados de Dios, de la elección de ustedes, porque nuestro evangelio no vino a ustedes solamente en palabras, sino también en poder, en el Espíritu Santo y con plena convicción, como saben qué clase de personas demostramos ser entre ustedes por amor a ustedes. Y ustedes llegaron a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo."
Reflexión: ¿Qué fruto visible ha producido el evangelio en tu vida? ¿Cómo puedes hoy ser un testimonio vivo de la transformación de Cristo ante quienes te rodean?
La misión de Dios no es solo para unos pocos llamados, sino para todos los creyentes; cada uno es invitado a participar activamente, ya sea yendo, enviando, orando o apoyando, para que el evangelio llegue a quienes nunca lo han escuchado. La pregunta no es si estamos llamados, sino dónde y cómo Dios quiere que participemos, abrazando la responsabilidad de ser obreros en Su mies y permitiendo que Su compasión y propósito nos movilicen a la acción, aquí y hasta los confines de la tierra. [51:53]
Romanos 10:14-15 (NBLA)
"¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: '¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio del bien!'"
Reflexión: ¿De qué manera específica puedes hoy involucrarte más activamente en la misión de Dios, ya sea orando, dando, enviando o yendo? ¿Qué decisión concreta puedes tomar esta semana para avanzar el evangelio donde más se necesita?
En Mateo 9:35-38, Jesús recorre ciudades y aldeas, enseñando, proclamando el evangelio y sanando toda dolencia. Al ver las multitudes, siente una compasión profunda, visceral, porque las percibe como ovejas sin pastor: personas angustiadas, abatidas, sin dirección ni descanso verdadero. Esta vulnerabilidad espiritual es más profunda que cualquier carencia social o económica. No importa si alguien es exitoso o vive en pobreza extrema; sin Cristo, todos somos vulnerables, desorientados y sin esperanza.
Jesús no solo diagnostica la necesidad, sino que ofrece una solución: la cosecha es mucha, pero los obreros pocos. Él llama a orar, no simplemente por los perdidos, sino para que el Señor envíe obreros a su mies. Esta oración es peligrosa, porque muchas veces nosotros mismos somos la respuesta: somos enviados, catapultados a la misión, así como los discípulos en Mateo 10. La estrategia de Dios para la vulnerabilidad humana es el envío de obreros, impulsados por el Espíritu Santo y la predicación fiel del evangelio.
A lo largo de Hechos, vemos cómo el evangelio avanza: primero en Jerusalén y Judea, luego en Samaria, después entre los gentiles y hasta los confines de la tierra. El patrón es claro: el Espíritu Santo obra, la palabra es predicada, y obreros son enviados. Pero también aprendemos que no todo lugar ni todo momento es igual; necesitamos discernimiento y dirección del Espíritu para saber dónde invertir nuestros recursos y esfuerzos.
El fruto de la misión es la transformación radical de vidas y comunidades. En Tesalónica, por ejemplo, el evangelio llegó no solo por palabras, sino con poder, convicción y el testimonio de los mensajeros. La salvación es un milagro de la elección divina, el anuncio del evangelio, la convicción del Espíritu y la obediencia de los enviados. Este ciclo se repite generación tras generación, hasta que el evangelio llega a lugares como Guatemala.
Sin embargo, la realidad actual es que la mayoría de los obreros y recursos se quedan donde ya hay acceso al evangelio, mientras que más de 3,500 millones de personas siguen sin oportunidad de escuchar el mensaje de Cristo. La pregunta no es si estamos llamados a la misión, sino dónde y cómo Dios quiere que participemos. La compasión de Jesús debe impulsarnos a orar, enviar, apoyar y, si es necesario, ir nosotros mismos, para que la mesa del Señor se llene de personas de toda tribu, lengua y nación.
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