Desde el principio, Dios mostró su deseo de habitar en medio de su pueblo, primero a través del tabernáculo y luego del templo, lugares cuidadosamente diseñados y llenos de simbolismo: el lugar santísimo, el altar de sacrificios y el sumo sacerdote. Sin embargo, todo esto era solo una sombra de lo que habría de venir. Con la venida de Cristo, el significado del templo fue transformado radicalmente. Jesús, al ofrecerse como el sacrificio perfecto y romper el velo del templo, abrió el acceso directo a la presencia de Dios para todos. Ya no es necesario un edificio físico para encontrarse con Dios; ahora, cada creyente es el verdadero templo donde mora el Espíritu Santo.
Esta realidad nos lleva a entender que la presencia de Dios no está limitada a un lugar geográfico, sino que habita en cada uno de nosotros. Por eso, el llamado no es simplemente a asistir a un edificio, sino a vivir como templos vivos, conscientes de que el Creador del universo reside en nuestro interior. Esto implica que nuestra vida debe reflejar la santidad, la adoración, el testimonio y la comunión que caracterizaban al templo antiguo, pero ahora de manera personal y cotidiana.
La santidad es esencial: así como Jesús limpió el templo de todo lo que lo contaminaba, también quiere limpiar nuestras vidas de todo lo que no le honra. Debemos examinar nuestras prioridades, actitudes y motivaciones, permitiendo que Dios derribe cualquier “mesa” que hayamos levantado fuera de su voluntad. La adoración ya no se limita a sacrificios en un altar, sino que se expresa en una vida entregada a Dios, donde cada acción, pensamiento y relación es una ofrenda viva.
Como templos de Dios, también somos llamados a ser testimonio de su gloria. Nuestra vida debe reflejar la grandeza y el poder de Dios, de modo que otros puedan ver en nosotros la realidad de su presencia. Finalmente, aunque la presencia de Dios está en cada creyente, seguimos necesitando la comunión con otros. La iglesia no es el edificio, sino la asamblea de personas que, como cuerpo de Cristo, se edifican, se apoyan y crecen juntas en amor y unidad. Así, el diseño de Dios para su templo se cumple en nosotros, día tras día, mientras permitimos que Él habite plenamente en nuestras vidas.
Key Takeaways
- 1. La presencia de Dios ya no está limitada a un lugar físico, sino que habita en cada creyente. El sacrificio de Cristo rasgó el velo y abrió el acceso directo a Dios, haciendo de cada uno de nosotros su morada. Esta verdad transforma nuestra relación con Dios, haciéndola cercana, continua y personal, sin necesidad de intermediarios ni de un espacio sagrado específico. [05:53]
- 2. Dios nos llama a la santidad, limpiando nuestro “templo” de todo lo que no le honra. Así como Jesús expulsó a los mercaderes del templo, también quiere derribar en nosotros cualquier motivación, actitud o hábito que contamine nuestra vida. Esto implica examinar honestamente nuestras prioridades y permitir que Dios remodele nuestro interior, aunque implique renunciar a comodidades o excusas. [13:59]
- 3. La verdadera adoración es una vida entregada a Dios, no solo actos religiosos. Ya no se trata de ofrecer sacrificios de muerte, sino de presentar nuestro cuerpo y nuestra vida como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Cada aspecto de nuestra vida cotidiana —trabajo, relaciones, decisiones— puede y debe ser una expresión de adoración genuina. [22:20]
- 4. Somos templos que deben reflejar la gloria de Dios al mundo. Nuestra vida es un testimonio visible de quién es Dios; otros deben poder ver en nosotros su poder, su amor y su realidad. No vivimos para nosotros mismos, sino para que la luz de Cristo brille a través de nuestras acciones y palabras, llevando a otros a glorificar a Dios. [25:22]
- 5. La comunión con otros creyentes es esencial para nuestro crecimiento y protección. Aunque la presencia de Dios está en cada uno, necesitamos la iglesia —la asamblea de creyentes— para edificarnos, perfeccionarnos y protegernos de errores y engaños. El crecimiento espiritual y la unidad solo se logran en comunidad, apoyándonos y sirviéndonos mutuamente como miembros del cuerpo de Cristo. [40:28]
Youtube Chapters
- [00:00] - Welcome
- [02:30] - El simbolismo del templo y el tabernáculo
- [04:16] - El sacrificio de Cristo y el velo rasgado
- [05:53] - Jesús, el sumo sacerdote y el nuevo templo
- [06:44] - ¿Qué hacemos ahora con el templo?
- [07:27] - El creyente como templo del Espíritu Santo
- [08:28] - La presencia de Dios en nosotros
- [10:57] - El Salmo 84 y la presencia continua de Dios
- [11:47] - El diseño detallado de Dios para nuestras vidas
- [13:59] - Santidad: limpiando el templo interior
- [16:39] - Ejemplos de mesas que deben ser derribadas
- [20:40] - Adoración: sacrificio vivo y vida entregada
- [22:20] - Adoración en la vida cotidiana
- [23:40] - Testimonio: reflejando la gloria de Dios
- [28:56] - Comunión: la iglesia como asamblea y cuerpo
- [32:19] - La iglesia no es el edificio, sino las personas
- [35:05] - El cuerpo de Cristo y la necesidad de unidad
- [36:53] - El sacerdocio de todos los creyentes
- [40:28] - La importancia de la iglesia para el crecimiento
- [45:01] - Renovando y limpiando el templo interior
- [46:00] - Oración final y llamado a la transformación
- [51:59] - Despedida y bendición