Reconocer que absolutamente todo lo que poseemos, desde nuestras pertenencias materiales hasta nuestro tiempo y relaciones, no nos pertenece realmente, sino que es propiedad de Dios, cambia radicalmente nuestra perspectiva y nos invita a vivir con humildad y gratitud. Cuando entendemos que somos simplemente administradores de lo que Dios nos ha confiado, dejamos de preguntar cuánto de nuestro tiempo, dinero o talentos le damos a Dios y comenzamos a preguntarnos cómo Él quiere que usemos lo que nos ha prestado. Esta mentalidad nos ayuda a tratar a los demás y a nuestras posesiones con respeto y reverencia, sabiendo que todo proviene de Él y es para Su gloria. [01:40]
Salmo 24:1
De Jehová es la tierra y su plenitud;
El mundo, y los que en él habitan.
Reflexión: ¿Qué área de tu vida sigues considerando como “tuya” y no de Dios? ¿Cómo cambiaría tu actitud si hoy comenzaras a verla y administrarla como algo que le pertenece a Él?
Desde la creación, Dios nos ha llamado a ser administradores activos y responsables de todo lo que Él ha puesto en nuestras manos, no simples consumidores pasivos. Este llamado implica esfuerzo, acción y una gestión intencional de los recursos, talentos y relaciones que Dios nos ha confiado. Ser mayordomos significa trabajar, cuidar, multiplicar y proteger lo que Dios nos da, entendiendo que nuestro testimonio y futuro dependen de cómo gestionamos cada aspecto de nuestra vida. [04:58]
Génesis 1:26-28; 2:15
26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
Reflexión: ¿En qué área específica de tu vida puedes pasar de ser un consumidor pasivo a un administrador activo esta semana? ¿Qué acción concreta puedes tomar hoy para cuidar o multiplicar lo que Dios te ha puesto en las manos?
La fidelidad en las pequeñas cosas que Dios nos ha dado hoy es la clave para que Él nos confíe cosas mayores mañana. No se trata de esperar a tener más recursos, tiempo o talentos para ser fieles, sino de administrar con excelencia lo que ya tenemos, por pequeño que parezca. Dios observa nuestra actitud y responsabilidad en lo cotidiano, y nuestra fidelidad en lo poco es lo que nos califica para recibir más de Su parte. [26:53]
Lucas 16:10
El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
Reflexión: Piensa en una “pequeña” área de tu vida (como tu tiempo libre, una relación, o un recurso) donde podrías ser más fiel. ¿Qué paso concreto puedes dar hoy para administrarla mejor?
Todo lo que hacemos en la tierra tiene repercusiones eternas; nuestra mayordomía no es solo para el presente, sino que impacta nuestra eternidad. Al trabajar, servir y administrar nuestros recursos, debemos hacerlo como para el Señor y no para los hombres, recordando que nuestra verdadera recompensa viene de Dios y no de las circunstancias terrenales. Esta perspectiva nos ayuda a mantener la paz y la fidelidad aun cuando las cosas no salen como queremos, sabiendo que todo está bajo el control de Dios y que nuestro objetivo es agradarle a Él por encima de todo. [28:55]
Colosenses 3:23-24
23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
Reflexión: ¿Qué situación frustrante o inesperada puedes entregar hoy a Dios, recordando que tu meta es Su aprobación eterna y no el éxito temporal?
El recurso más valioso que Dios nos ha dado es Su gracia, y nuestra responsabilidad es administrarla bien, no solo viviendo una vida transformada, sino también compartiéndola con otros. Ser buenos mayordomos de la gracia significa vivir agradecidos por la salvación, cuidar la vida que Dios ha rescatado y convertirnos en testigos fieles de Su amor y poder. Al final, nuestro mayor anhelo debe ser escuchar de Dios: “Bien, buen siervo y fiel”, sabiendo que hemos sido fieles en lo poco y hemos glorificado a nuestro Señor con todo lo que Él nos ha confiado. [50:40]
1 Pedro 4:10
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
Reflexión: ¿De qué manera concreta puedes compartir la gracia de Dios con alguien esta semana, ya sea a través de tus palabras, tu tiempo o tus acciones?
Vivimos en una cultura profundamente materialista, donde fácilmente caemos en la trampa de pensar que somos dueños de nuestras posesiones, talentos, relaciones y hasta de nuestro propio tiempo. Sin embargo, la Palabra de Dios nos confronta con una verdad radical: todo le pertenece al Señor. Nada es realmente nuestro; somos simplemente mayordomos, administradores de lo que Dios nos ha confiado. Esta perspectiva transforma por completo nuestra manera de vivir, porque nos llama a gestionar cada aspecto de nuestra vida —dinero, tiempo, familia, talentos— no para nuestra propia gloria, sino para la gloria de Dios.
Desde la creación, el propósito del ser humano no fue ser un consumidor pasivo, sino un administrador activo de lo que es de Dios. Génesis nos muestra que fuimos puestos en la tierra para fructificar, multiplicar, llenar, sojuzgar, labrar y guardar. Todo esto implica esfuerzo, intencionalidad y responsabilidad. No se trata de disfrutar sin más, sino de gestionar bien lo que se nos ha dado. Y aunque la tarea nos queda grande, la gracia de Dios nos capacita para avanzar y crecer en esta disciplina.
La mayordomía correcta se construye sobre tres principios fundamentales. Primero, reconocer que todo es de Dios y todo es para Dios. Esto cambia nuestra mentalidad y nos lleva a preguntarnos cómo usar lo que tenemos para Su propósito. Segundo, ser fiel en lo poco, aquí y ahora. Dios no espera que tengamos mucho para probar nuestra fidelidad; lo que hacemos con lo que ya tenemos revela nuestro corazón. Tercero, trabajar con una perspectiva eterna. Nuestra administración en la tierra tiene consecuencias en la eternidad; no vivimos solo para el éxito temporal, sino para la aprobación eterna de Dios.
Para crecer en mayordomía, es útil usar herramientas prácticas: apuntar lo importante, priorizar lo esencial, usar recursos de gestión y convertir ideas en proyectos concretos. Pero nada de esto tiene valor si no entendemos que el recurso más valioso que Dios nos ha dado es Su gracia. Somos llamados a ser buenos administradores de la gracia recibida, no solo para nuestro beneficio, sino para compartirla con otros. Al final, nuestra meta es escuchar de Dios: “Bien, buen siervo y fiel”. Que toda nuestra vida sea un testimonio de fidelidad al Dueño de todo.
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