Dios ha llamado a su iglesia a cumplir una misión profética inaplazable, siendo portadores de un mensaje especial para el mundo en el tiempo del fin. Esta misión no es solo para unos pocos, sino para todos los que han sido llamados y bautizados en el nombre de Cristo, quienes deben compartir la verdad presente y anunciar la segunda venida de Jesús a todas las naciones, lenguas y pueblos. El sentido de pertenecer a una iglesia profética implica asumir la responsabilidad de ser instrumentos de Dios, llevando esperanza y luz en medio de la confusión y el dolor del mundo. [34:38]
Apocalipsis 10:11 (ESV)
Y él me dijo: “Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”
Reflexión: ¿De qué manera concreta puedes hoy compartir el mensaje de esperanza y la segunda venida de Cristo con alguien en tu entorno inmediato?
El librito abierto en la mano del ángel representa el libro de Daniel, cuyas profecías fueron selladas hasta el tiempo del fin y ahora son comprendidas por el pueblo de Dios. Este entendimiento no es solo intelectual, sino que debe ser experimentado: “comerse el libro” significa estudiar, interiorizar y vivir la Palabra, aunque a veces la experiencia sea dulce al principio y amarga después, como ocurrió con el gran chasco de 1844. Dios transforma incluso los errores y decepciones en oportunidades para fortalecer la fe y el testimonio de su pueblo. [17:41]
Daniel 12:4, 9 (ESV)
Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia aumentará... Y él dijo: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.
Reflexión: ¿Qué parte de la Palabra de Dios te resulta difícil de entender o aceptar, y cómo puedes buscar hoy la guía del Espíritu Santo para vivirla plenamente?
La verdadera fe no se basa solo en doctrinas, sino en una relación viva y transformadora con Jesucristo. Predicar el evangelio es, ante todo, enamorar a otros de Cristo, mostrando su amor y gracia antes que exigir cambios externos. Cuando Cristo es el centro, las doctrinas y costumbres cobran sentido y se viven con gozo, no como una carga. El llamado es a predicar a Cristo crucificado, a vivir y compartir su amor, y a evitar el legalismo que aleja a las personas de la verdadera experiencia cristiana. [09:00]
Juan 14:6 (ESV)
Jesús le dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.”
Reflexión: ¿Cómo puedes hoy mostrar el amor de Cristo a alguien, priorizando la relación con Él sobre las reglas o doctrinas?
El estudio y la proclamación de la Palabra de Dios traen gozo y dulzura, pero también pueden llevar a experiencias amargas, como la decepción o el rechazo. Sin embargo, Dios utiliza tanto la dulzura como la amargura para purificar y fortalecer a su pueblo, preparándolo para una misión aún mayor. Así como los pioneros experimentaron el chasco, nosotros también podemos enfrentar pruebas, pero estas nos impulsan a depender más de Dios y a perseverar en la misión. [25:37]
Jeremías 15:16 (ESV)
Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón, porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos.
Reflexión: Recuerda una experiencia en la que servir a Dios te trajo alegría y luego dificultad; ¿cómo puedes hoy transformar esa amargura en una oportunidad para crecer y seguir sirviendo?
Cada creyente es llamado a ser misionero, no necesariamente viajando lejos, sino comenzando en su propio hogar, trabajo y vecindario. La misión es amar, servir y compartir a Cristo con quienes nos rodean, aprovechando cada oportunidad cotidiana. Dios nos invita a ser instrumentos suyos, a pedirle que nos use y a comprometernos a ser parte activa de su obra, confiando en que el Espíritu Santo nos capacitará y abrirá puertas para el testimonio. [39:07]
Mateo 28:19-20 (ESV)
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Reflexión: ¿Quién es una persona específica en tu entorno a quien puedes servir o amar de manera práctica hoy, mostrando el carácter misionero de Cristo?
En esta noche, se ha recordado que cada uno de nosotros tiene una misión profética que no puede ser postergada. El libro de Apocalipsis es la revelación de Jesucristo, diseñada para guiar a la iglesia a través de la historia hasta la segunda venida. Las siete iglesias representan la historia de la iglesia desde los apóstoles hasta la eternidad, mientras que los sellos y las trompetas muestran la interacción entre el mundo y la iglesia, y la intervención de Dios en la historia. Se enfatizó que, aunque existan diferencias en la interpretación de algunos símbolos, lo fundamental es mantenernos enfocados en Cristo, quien cuida y guía a su iglesia.
Se exploró el significado del capítulo 10 de Apocalipsis, donde aparece un ángel fuerte —Cristo mismo— con un librito abierto en la mano. Este librito representa el libro de Daniel, que fue sellado hasta el tiempo del fin. La profecía de las 2,300 tardes y mañanas fue un misterio para Daniel, pero en el tiempo del fin sería comprendida. Se relató cómo, en el siglo XIX, hombres y mujeres estudiaron fervientemente estas profecías y, aunque hubo un error en la interpretación de la venida de Cristo en 1844, ese “chasco” fue profetizado y sirvió para dar un gran impulso al mensaje de la segunda venida en todo el mundo.
Se destacó que la iglesia que experimentó ese error —la iglesia adventista— es la iglesia profética mencionada en Apocalipsis 10. Sin embargo, el punto central no es solo la identidad, sino la misión: “Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”. Profetizar no es solo hablar de eventos futuros, sino anunciar la verdad presente, denunciar el pecado y revelar a Cristo como Salvador. Cada creyente es llamado a ser misionero, a compartir el mensaje de la segunda venida y a vivir una vida centrada en Cristo, mostrando amor y compasión a los demás.
El llamado es claro: asumir la responsabilidad de ser instrumentos en las manos de Dios, predicando a Cristo crucificado y cumpliendo la misión profética en el lugar donde vivimos y trabajamos. No se trata solo de conocimiento, sino de una vida transformada y comprometida con la misión que Dios ha confiado a su iglesia.
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