La narración de Lucas muestra que Dios interviene en lo cotidiano para traer a Jesús al mundo por medio de María; su respuesta fue entrega y fe aun sin comprender todo. Esta historia recuerda que la Navidad debe centrar el corazón en la venida del Salvador y no en las luces o los regalos. Que la iglesia responda con el mismo “heme aquí” para vivir la presencia redentora de Cristo. [07:21]
Lucas 1:26-38 (Reina-Valera 1960)
Al sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí, tu parienta Elisabet también ha concebido un hijo en su vejez; y ésta es ya de seis meses la que llamaban estéril; porque no hay nada imposible para Dios. Entonces dijo María: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
Reflection: Esta Navidad, ¿en qué actividad o tradición te distraes más que en adorar a Jesús? Describe un cambio concreto que harás esta semana para centrar la celebración en la persona de Cristo.
La promesa del evangelio es que Dios amó al mundo y dio a su Hijo para que todo el que crea tenga vida eterna; la salvación no es producto de esfuerzo humano sino de la obra de Cristo y la confianza en Él. Este mensaje recuerda que la celebración de la Navidad es celebración de gracia recibida, no de mérito personal. Se invita a recibir y vivir esa vida nueva con gratitud diaria. [21:10]
Juan 3:16 (Reina-Valera 1960)
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Reflection: ¿De qué manera practicas diariamente la confianza en Jesús como regalo de Dios más allá de tus propias obras? Nombra un hábito concreto que demostraría esa confianza esta semana.
La autoridad de Jesús trasciende todo poder humano; al reconocer a Cristo como Hijo del Altísimo, se entiende que toda rodilla y lengua han de someterse a su señorío. Vivir la Navidad en su verdadera razón implica someter el orgullo, el miedo y las prioridades al gobierno de Cristo. Eso transforma la identidad: ya no se vive para reputaciones humanas sino para su reino. [23:20]
Filipenses 2:10-11 (Reina-Valera 1960)
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Reflection: ¿Hay alguna "rodilla" en tu vida (orgullo, miedo, relaciones o trabajo) que aún no se doble a Jesús? Identifica una y anota un paso concreto para someterla esta semana al señorío de Cristo.
La Escritura enseña que la salvación es por gracia mediante la fe y no por obras humanas; por eso la Navidad celebra el don inmerecido de Dios en Cristo. Reconocer esto libera de intentar ganarse el favor divino y orienta la vida a la gratitud y la dependencia. Que la iglesia deje de confiar en méritos y descanse en la obra consumada de Jesús. [19:56]
Efesios 2:8-9 (Reina-Valera 1960)
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Reflection: ¿En qué áreas intentas "ganar" el favor de Dios con obras en vez de descansar en su gracia? Señala una práctica o pensamiento que dejarás ir y cómo recordarás la gracia cada día.
El reinado de Jesús no tiene fin; su reino supera a cualquier poder humano y ofrece ciudadanía eterna a quienes le siguen. Ser parte de ese reino cambia prioridades: ya no se vive solo para lo regional o temporal sino para la justicia y paz permanentes que Él establece. La Navidad invita a alinearse con ese reino y a vivir como sus ciudadanos. [28:35]
Isaías 9:7 (Reina-Valera 1960)
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
Reflection: ¿Cómo cambiará una decisión familiar, laboral o financiera tuya al reconocer que perteneces al reino eterno de Jesús? Especifica una decisión concreta que ajustarás para vivir como ciudadano de su reino.
En medio del frío y la nieve abrimos nuestra serie de Navidad recordando que, aunque las luces, las comidas y los regalos pueden ser buenos, también suelen traer estrés, expectativas rotas y comparaciones dolorosas. El corazón necesita otra cosa: volver a Jesús. En Lucas 1:26-38 vemos al ángel anunciando a María el nombre que centra toda la temporada: Jesús. Ese nombre no es un adorno litúrgico; significa “el Señor salva”. Allí está el centro: no celebramos nuestra capacidad de organizar fiestas perfectas, sino la iniciativa de Dios de venir a rescatarnos.
Detuve la mirada en tres verdades. Primero, el nombre de Jesús: la Navidad proclama que no podemos salvarnos por obras ni penitencias; la salvación es por gracia mediante la fe. Por eso nuestros méritos, por buenos que parezcan, no son la base de nuestro gozo; Cristo lo es. Segundo, Jesús es el Hijo del Altísimo. Su autoridad no conoce límites; toda rodilla se doblará. Esto transforma la manera en que oramos en tiempos difíciles: no hablamos al aire, clamamos al Todopoderoso que gobierna cielo, tierra y aún lo que está debajo de la tierra. Tercero, su reino no tendrá fin. A diferencia de cualquier poder humano que sube y cae, el reinado de Cristo es eterno. Cuando esa verdad toma raíz, nuestra identidad deja de definirse por país, apellido o éxito familiar; somos conciudadanos de un reino que no caduca.
Finalmente, miramos la respuesta de María: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” No entendió todo, pero confió. Ese es el llamado para esta temporada: renunciar al control y a la necesidad de quedar bien, y decir con sencillez y valentía: “Señor, hágase en mí lo que tú quieres.” Que esta Navidad no nos arrastre el ruido de lo urgente. Que el Espíritu Santo nos recentre en Jesús, en su gracia que salva, en su autoridad que sostiene y en su reino que redefine nuestra vida. Y que nuestra respuesta sea obediencia confiada, como la de María.
Por eso ahí vemos en el versículo 31, su nombre es Jesús. Y cuando uno ve el nombre Jesús, lo vemos en filipenses, nombre sobre todo nombre, ¿ok? Y en otros pasajes donde toda rodilla se doblará, dicen filipenses. O sea, es el nombre máximo. Con esa connotación de Jesús, ¿ok? Jesús Salvador. Porque yo sé que también hay personas que se llaman Jesús, pero estamos hablando hoy día de Jesús, el Señor. [00:17:44] (32 seconds) #NombreSobreTodoNombre
Y vamos a ver entonces que del hebreo es esa palabra Yeshua, que significa justamente el Señor salva, o Dios salva. Y esa es la razón por la que celebramos Navidad, que el Señor Jesús vino a este mundo. Desde luego sí, Dios usó en buen sentido a María, para que ella no pueda, por medio del Espíritu Santo, como hemos leído anteriormente, ser la mamá de nuestro Señor Jesús. [00:18:14] (42 seconds) #ElSenorSalva
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