Dios nos llama a vivir en honor y amor hacia todos, sin excepción, como parte de nuestra transformación en Cristo. Al aceptar a Jesús, somos hechos nuevas criaturas y se nos invita a reflejar esa nueva vida en nuestras relaciones diarias, mostrando respeto, mansedumbre y bondad incluso cuando es difícil. Este llamado implica dejar atrás el deseo de venganza o de responder al mal con mal, y en su lugar, actuar con un espíritu renovado que busca la paz y la reconciliación. Así, honramos a Dios y damos testimonio de Su amor en el mundo, recordando que somos parte de Su reino y embajadores de Su gracia. [00:54]
1 Pedro 2:11-17 (RVR1960)
11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
12 manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
13 Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior,
14 ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien.
15 Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;
16 como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.
17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
Reflexión: ¿De qué manera puedes hoy honrar y mostrar amor a alguien con quien normalmente te cuesta relacionarte?
La verdadera victoria sobre el mal no se logra devolviendo daño por daño, sino respondiendo con bondad, compasión y generosidad, incluso hacia quienes nos han herido. Dios nos exhorta a buscar la paz con todos y a dejar la justicia en Sus manos, confiando en que Él es el juez justo. Al alimentar a nuestro enemigo o ayudar a quien nos ha hecho mal, demostramos el carácter de Cristo y permitimos que Su luz brille a través de nosotros, venciendo así el mal con el bien. [05:02]
Romanos 12:18-21 (RVR1960)
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Reflexión: ¿Quién es una persona que te ha hecho daño y a la que podrías hoy mostrarle una bondad inesperada?
Dios valora tanto la reconciliación que nos pide dejar nuestra ofrenda y buscar la paz con nuestro hermano antes de presentarnos ante Él. El resentimiento y el enojo no solo afectan nuestras relaciones, sino también nuestra comunión con Dios. Al buscar la reconciliación, limpiamos nuestro corazón y permitimos que nuestra adoración sea genuina y agradable a Dios. Este acto de humildad y obediencia refleja el corazón de Cristo y nos libera del peso del rencor. [10:26]
Mateo 5:22-25 (RVR1960)
22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
Reflexión: ¿Hay alguien con quien necesitas reconciliarte antes de acercarte a Dios en oración o adoración hoy?
Dios promete transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, sensible a Su voz y capaz de amar y perdonar como Él. Este milagro de renacimiento nos permite dejar atrás el pasado, sanar heridas y vivir como nuevas criaturas, reflejando la compasión y la mansedumbre de Cristo. Al recibir este corazón nuevo, somos capacitados para vivir en justicia, sin rencor, y para ser instrumentos de reconciliación y paz en nuestro entorno. [14:01]
Ezequiel 36:26 (RVR1960)
26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Reflexión: ¿En qué área de tu vida necesitas pedirle hoy a Dios que te dé un corazón nuevo y sensible a Su voluntad?
En los momentos de angustia y soledad, Dios escucha nuestro clamor y es nuestro refugio seguro. Como David en la cueva, podemos acudir a Él con nuestras quejas y temores, confiando en que Él es nuestra esperanza y nos librará de quienes nos persiguen. Al buscar a Dios en la prueba, encontramos fortaleza, consuelo y la certeza de que Él nos rodeará de justicia y nos mostrará Su favor. [16:02]
Salmo 142:1-7 (RVR1960)
1 Con mi voz clamaré a Jehová; con mi voz pediré a Jehová misericordia.
2 Delante de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia.
3 Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el camino en que andaba me escondieron lazo.
4 Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; no tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.
5 Clamé a ti, oh Jehová; dije: Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra de los vivientes.
6 Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido; líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.
7 Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; me rodearán los justos, porque tú me serás propicio.
Reflexión: ¿Cuál es tu mayor angustia hoy y cómo puedes presentarla sinceramente ante Dios, confiando en que Él te escucha y te sostiene?
Hoy nos reunimos para recordar que en los brazos de Dios encontramos libertad y paz, y que nuestra vida cristiana se trata de una transformación profunda, especialmente en nuestras relaciones. Al aceptar a Cristo, comenzamos un proceso de renovación interior, donde el Espíritu Santo nos guía a responder con mansedumbre y bondad, incluso cuando otros nos hieren o nos tratan injustamente. La carne nos impulsa a vengarnos, pero el llamado de Dios es a permanecer tranquilos y confiar en que Él es el Señor, como nos recuerda el Salmo 46:10.
La carta de Pedro y el pasaje de Romanos 12 nos exhortan a vivir en paz con todos, a no buscar venganza, y a vencer el mal con el bien. Jesús mismo nos dio el ejemplo supremo: aun siendo maltratado y crucificado, mantuvo un corazón limpio y perdonador. Su amor y mansedumbre transformaron incluso a quienes le hicieron daño, mostrándonos que el perdón y la bondad pueden cambiar corazones y glorificar a Dios.
Ser parte del reino de los cielos implica vivir de manera diferente al mundo. Aunque la sociedad promueve la venganza y el resentimiento, nosotros estamos llamados a ser embajadores del perdón y la reconciliación. Jesús eligió a apóstoles que, humanamente, eran enemigos, pero por su gracia pudieron trabajar juntos y llevar el evangelio a muchos. Así también nosotros debemos buscar la reconciliación, incluso antes de presentar nuestras ofrendas a Dios, como enseña Mateo 5.
No es fácil amar a quienes nos han herido, pero Dios nos da un corazón nuevo y un espíritu renovado, como promete en Ezequiel 36:26. Este renacimiento nos capacita para dejar atrás el rencor y vivir en justicia y misericordia. Cuando enfrentamos pruebas y sentimos que estamos solos, como David en la cueva, podemos clamar a Dios, quien es nuestra esperanza y refugio. Él nos libera y nos rodea de los justos, permitiéndonos alabar su nombre con un corazón limpio.
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