Dios nos invita a acercarnos a Él con la confianza y familiaridad de un hijo, no como extraños ni como prisioneros ante un juez. Por medio de la fe en Jesucristo, hemos sido adoptados y recibimos una nueva identidad: ya no somos esclavos de la ley ni definidos por nuestras fallas, sino que somos vistos como hijos amados. Esta verdad transforma nuestra relación con Dios, permitiéndonos acercarnos a Él con libertad, sabiendo que Su amor y perdón están siempre disponibles para nosotros. [02:04]
Gálatas 3:23-29 (RVR1960)
23 Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.
Reflexión: ¿De qué maneras sigues acercándote a Dios como si fueras un extraño o un prisionero, en vez de como un hijo amado? ¿Qué cambiaría hoy si te acercaras a Él con la confianza de un hijo?
Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, y ese Espíritu clama continuamente “Abba, Padre”, recordándonos nuestra adopción y nuestra relación íntima con Dios. No es un clamor del pasado, sino una realidad presente: el Espíritu nos impulsa a buscar a Dios en cada momento, a depender de Él y a reconocerlo como nuestro Padre amoroso. Esta obra del Espíritu nos da seguridad y nos ayuda a vivir como verdaderos hijos, no como esclavos del temor o la culpa. [04:29]
Gálatas 4:6 (RVR1960)
6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Reflexión: ¿En qué momentos del día sientes la necesidad de clamar “Abba, Padre”? ¿Cómo puedes abrir tu corazón hoy para escuchar y responder al clamor del Espíritu Santo en ti?
La adopción que recibimos de Dios no solo nos cambia el estatus legal ante Él, sino que también nos transforma interiormente. Hemos sido regenerados: dejamos atrás las viejas identidades, las etiquetas y la rebeldía que nos separaban de Dios. Ahora, revestidos de Cristo, somos llamados a vivir en esa nueva identidad, dejando que el amor del Padre y la obra del Espíritu nos guíen y nos formen cada día. [07:04]
Gálatas 4:4-7 (RVR1960)
4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
Reflexión: ¿Qué identidad o actitud antigua necesitas dejar atrás hoy para vivir plenamente como hijo(a) adoptado(a) y regenerado(a) por Dios?
Como hijos de Dios, nuestra herencia no es material ni terrenal, sino que es Dios mismo. Somos participantes de Su vida, de Su amor y de Su presencia. Esta herencia nos libera de buscar valor en las cosas pasajeras y nos invita a vivir con la seguridad de que lo más valioso ya nos ha sido dado: una relación eterna con nuestro Padre celestial. [08:19]
Salmo 73:25-26 (RVR1960)
25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Reflexión: ¿En qué áreas de tu vida has estado buscando herencias o recompensas pasajeras? ¿Cómo puedes hoy valorar y disfrutar más la herencia de tener a Dios mismo como tu Padre?
Dios nos llama a acercarnos a Él con un corazón sencillo, humilde y confiado, como el de un niño. No se trata de perfección, sino de sinceridad y dependencia. Así como los niños confían y buscan a sus padres, nosotros somos invitados a buscar a Dios con fe, reconociendo nuestra necesidad de Su amor y perdón, y permitiendo que Él transforme nuestro corazón cada día. [10:53]
Mateo 18:2-4 (RVR1960)
2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,
3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
Reflexión: ¿Qué puedes hacer hoy para acercarte a Dios con la sencillez y confianza de un niño, dejando de lado el orgullo o la autosuficiencia?
Dios nos invita a una relación de profunda familiaridad con Él, llamándonos a acercarnos como hijos a su presencia. No se trata de una relación distante o formal, sino de la confianza y cercanía que un hijo tiene con su padre. Gálatas 4:6 nos recuerda que ya somos hijos de Dios, y que el Espíritu de su Hijo clama en nuestros corazones: “Abba, Padre”. Esta realidad transforma nuestra identidad: ya no somos prisioneros de la ley ni esclavos de nuestra antigua naturaleza, sino hijos adoptados y regenerados por Dios.
La obra de la Trinidad es evidente en nuestra salvación: el Padre nos adopta, el Hijo nos redime y el Espíritu Santo habita en nosotros, clamando continuamente desde nuestro interior. Esta adopción no es solo un cambio de estatus legal, sino una transformación profunda. Hemos sido justificados y regenerados; nuestra identidad ya no está definida por nuestras fallas, nuestro pasado, ni por las etiquetas del mundo, sino por Cristo mismo. Nos despojamos de las viejas identidades y nos revestimos de la única que importa: la de hijos de Dios.
La ley ya no es una cárcel que nos condena, sino una guía que nos llevó a Cristo. Ahora, bajo la gracia, somos libres de la esclavitud del pecado y de la rebelión. Sin embargo, la tendencia humana a la rebeldía sigue presente, y necesitamos aprender a dejarla atrás, permitiendo que el Espíritu Santo transforme nuestro corazón. Así como los niños confían y se acercan a sus padres, somos llamados a acercarnos a Dios con esa misma confianza y humildad, sabiendo que Él siempre está dispuesto a perdonarnos y restaurarnos.
Nuestra herencia no es material, sino Dios mismo. Somos hechos herederos de Su presencia, de Su amor y de Su vida. El Espíritu Santo nos enseña a clamar “Abba, Padre” en todo momento, recordándonos que podemos acudir a Dios en cualquier circunstancia, con la seguridad de que somos amados y aceptados. Hoy es un buen día para pedirle a Dios que nos dé un corazón de niño, lleno de fe y entusiasmo, para acercarnos a Él y experimentar la plenitud de ser sus hijos.
Esta es la promesa de Dios cuando nos dice llámame padre. Sería muy extraño de que yo entre al cuarto o la oficina de mi papá y le diga padre mío que estás aquí en la oficina, bendito sea tu nombre y el mío también porque compartimos. Me puedes dar hoy 100 quetzales para la pizza y después solo repetirlo 20 veces. Pero sería muy extraño. Dios nos está invitando a tener familiaridad con él al decir soy tu padre y ustedes son mis hijos. [00:00:04] (37 seconds) #FamiliaridadConDios
Hoy es un buen día, hoy es un día donde pudimos ver la fe de nuestros chicos aquí, darnos cuenta de que tenemos entre nosotros pequeños pastores, pequeños profetas, pequeños alabadores, verdad, amén, tenemos pequeños gigantes de la fe a nuestro alrededor. [00:10:03] (24 seconds)
Y tenemos nosotros que tener un corazón como ellos, un corazón de hijos donde nos podemos acercar a Dios y decir Dios mío, Padre, lo siento de que he hecho mal, pero sabe Dios, pero Dios nos perdona tal como nosotros perdonamos a los niños. Amén. [00:10:27] (21 seconds)
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