Jesús no es simplemente una representación de Dios, sino la imagen auténtica y perfecta del Dios invisible. Nadie ha visto jamás a Dios en toda Su gloria, pero en Jesús, Dios se ha dado a conocer de manera visible y fiel. Mientras que los seres humanos fuimos creados a imagen de Dios, el pecado ha distorsionado esa imagen en nosotros; en cambio, Jesús refleja perfectamente el carácter, la esencia y la gloria de Dios. Al mirar a Jesús, vemos al Padre, y en Sus obras y palabras se revela la plenitud de quién es Dios. Por eso, sólo Jesús es digno de ser llamado la imagen del Dios invisible, y en Él podemos conocer verdaderamente al Padre. [01:06:00]
Juan 1:18 (RVR1960):
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Reflexión: ¿En qué áreas de tu vida necesitas mirar a Jesús para conocer mejor el carácter y la voluntad de Dios Padre?
Jesús no sólo es la imagen de Dios, sino también el origen y el sostén de toda la creación. Todo lo que existe, tanto lo visible como lo invisible, fue creado por medio de Él y para Él. Nada de lo que vemos o no vemos existe fuera de Su voluntad y poder. Además, Jesús no creó el mundo para luego desentenderse de él; Él sostiene y mantiene todo con la palabra de Su poder. Cada detalle de la creación, incluso aquello que no comprendemos, subsiste porque Jesús así lo quiere. Reconocer esto nos lleva a confiar en que nuestra vida y todo lo que nos rodea están en Sus manos soberanas. [01:18:39]
Colosenses 1:16-17 (RVR1960):
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.
Reflexión: ¿Cómo cambiaría tu perspectiva diaria si recordaras que Jesús sostiene cada aspecto de tu vida y del mundo?
Jesús es la autoridad suprema sobre la iglesia, tanto universal como local, y debe ser el Señor de cada área de nuestra vida. Por Su resurrección, Él nos ha dado vida eterna y nos ha hecho parte de Su cuerpo, la iglesia. No hay líder, pastor o institución que tenga mayor autoridad que Jesús sobre Su pueblo. Para experimentar plenamente Su suficiencia y supremacía, debemos rendirle el control de nuestras decisiones, carácter, tiempo, talentos y recursos. Sólo cuando le damos el lugar que le corresponde, disfrutamos de la plenitud de Su señorío y de Su obra en nosotros. [01:24:34]
Colosenses 1:18 (RVR1960):
Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia.
Reflexión: ¿Hay alguna área específica de tu vida donde aún no has permitido que Jesús tenga la autoridad total? ¿Qué pasos puedes dar hoy para rendírsela?
Sólo Jesús es suficiente para reconciliar a Dios con el mundo; no hay otro mediador, santo o sacerdote que pueda ocupar Su lugar. Por medio de Su sacrificio en la cruz, Él hizo la paz entre Dios y nosotros, llevando nuestros pecados y dándonos Su justicia. Esta reconciliación no sólo abarca a la humanidad, sino que también promete restaurar toda la creación. En Jesús encontramos la paz verdadera y la seguridad de que nada más es necesario para nuestra salvación y relación con Dios. [01:31:57]
1 Timoteo 2:5-6 (RVR1960):
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
Reflexión: ¿De qué maneras has intentado buscar mediadores o soluciones fuera de Jesús para acercarte a Dios? ¿Cómo puedes confiar plenamente en Su obra reconciliadora hoy?
Nada en este mundo—ni logros, relaciones, dinero, placeres o religión—puede llenar el vacío del corazón como lo hace Jesús. Así como la mujer samaritana buscó satisfacción en muchas cosas y sólo la encontró en Cristo, nosotros también debemos reconocer que sólo Él es suficiente. Cuando buscamos plenitud en otras fuentes, terminamos insatisfechos; pero al venir a Jesús, hallamos la verdadera vida y satisfacción que nada ni nadie más puede dar. [51:13]
Juan 4:13-14 (RVR1960):
Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Reflexión: ¿En qué cosas has estado buscando satisfacción aparte de Jesús? ¿Qué decisión puedes tomar hoy para buscar tu plenitud sólo en Él?
Hoy celebramos la supremacía y suficiencia de Jesucristo, recordando que en Él encontramos todo lo que nuestra alma necesita. Al igual que la mujer samaritana, que buscaba saciar su sed en relaciones y cosas terrenales, muchos de nosotros intentamos llenar el vacío interior con logros, afectos, o incluso religiosidad. Sin embargo, sólo Jesús puede satisfacer plenamente el corazón humano. Él no es una pieza más en el rompecabezas de la vida; Él es el todo, el centro y la plenitud de todo lo que somos y necesitamos.
Jesús es la imagen fiel del Dios invisible. No es simplemente una representación parcial o distorsionada, como lo somos nosotros por causa del pecado, sino la manifestación perfecta y visible de Dios mismo. En Él vemos al Padre, y a través de su vida y sus obras, conocemos el carácter y la voluntad de Dios. Además, Jesús es el origen y el sostén de toda la creación. Todo lo que existe, visible e invisible, fue creado por medio de Él y para Él, y en Él todo subsiste. No sólo inició la creación, sino que la mantiene y le da propósito, incluso cuando nosotros no entendemos el sentido de ciertas cosas.
Jesús también es la cabeza de la iglesia. Por su resurrección, nos dio vida eterna y autoridad suprema sobre su pueblo. No hay líder, denominación o tradición que pueda ocupar su lugar. Él es quien dirige, sostiene y transforma a su iglesia, tanto universal como local, y a cada creyente en lo individual. Reconocer su señorío implica rendirle cada área de nuestra vida, desde nuestras decisiones hasta la administración de nuestros recursos.
Finalmente, Jesús es el único mediador y reconciliador entre Dios y la humanidad. Su sacrificio en la cruz no sólo nos da acceso a la salvación, sino que garantiza la restauración de toda la creación. No necesitamos añadir nada a su obra; en Él está la plenitud de la gracia y la paz con Dios. Por eso, si aún no le has entregado tu vida, hoy es el día para hacerlo. Y si ya eres creyente, es tiempo de vivir bajo su supremacía, permitiendo que Él sea suficiente en cada aspecto de tu vida.
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